martes, 14 de septiembre de 2010

“Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos“Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer”, Habacuc 3:2.


En el año de 1904 algo ocurrió, la ciudad de Gales estaba envuelta en una llamarada. La nación se había alejado de Dios. Las condiciones espirituales eran, ciertamente, muy bajas. La concurrencia a los cultos era muy reducida, y el pecado imperaba en todas partes. Repentinamente como un inesperado huracán, el Espíritu Santo se extendió en todo el país. Las Iglesias se llenaron de gente a tal punto que no había espacio en ellas para contener a todo el público que quería concurrir, las reuniones proseguían desde las diez de la mañana y todo el resto del día. Diariamente se celebraban tres servicios. Evan Roberts fue el instrumento humano, jamás había sucedido nada en Gales que hubiese dado tremendos resultados. Se convertían los incrédulos y los borrachos, los ladrones y los jugadores se salvaban, y millares volvían a la vida honrada y respetable. Por todas partes se oían confesiones de horrendos pecados; se pagaban viejas deudas, los teatros se cerraron por falta de público. Las mulas de las minas no querían trabajar, pues no estaban acostumbradas al buen trato; en el curso de cinco semanas, 20,000 personas se adhirieron a las Iglesias.




En el año de 1835 Tito Coan desembarcó en las playas de Hawái, durante su primer viaje grandes multitudes concurrieron a oírle. Le acosaban de tal modo que no tenía tiempo ni para comer. En una ocasión predicó tres veces antes de desayunar. En el curso de un año se añadieron a la Iglesia 5,244 personas. Se efectuaron 1,705 bautismos en un solo domingo y 2,400 personas que antes habían sido pecadores de la peor clase, ahora eran santos redimidos por la gracia de Dios. En la fecha que el señor Coan partió de Hawái había bautizado a 11,960 personas.



Oremos y comprometamos nuestro corazón para ver ese tipo de avivamiento. ¡Esa es la clase de despertar que debemos tener!… Que Dios abra nuestros ojos espirituales y podamos ser sensibles para que no pase desapercibido la poderosa mano de Dios, porque sería triste que el Espíritu Santo cambie su residencia por nuestra negligencia y nuestra apatía espiritual.


Tomado de la revista Impacto Evangelistico
Vencedores

Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.

Pasando unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía qué le sucedía, no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa, a la persona que hiciera volar al halcón.

A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. El rey le dijo a su corte, traedme al autor de ese milagro. Su corte rápidamente le presentó a un campesino. El rey le preguntó: “¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?” Intimidado el campesino le dijo al rey: “Fue fácil mi rey, sólo corte la rama, y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se lanzó a volar”.

¿Sabes que tienes alas? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué te has agarrado? ¿De qué no te puedes soltar? ¿Qué estás esperando para volar? No puedes descubrir nuevos mares, a menos que tengas el coraje para volar. Vivimos dentro de una zona de comodidad, donde nos movemos y creemos, que eso es lo único que existe. Dentro de esa zona, esta todo lo que sabemos, y todo lo que creemos. Viven nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona reina, nuestro pasado, y nuestra historia. Todo lo conocido, cotidiano y fácil. Es nuestra zona de confort y por lo general, creemos que es nuestro único lugar, y modo de vivir. Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgo, no siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles. Nos conformamos con lo que tenemos, creemos que es lo único y posible, y aprendemos a vivir desde la resignación.

El liderazgo, es la habilidad que podemos adquirir cuando aprendemos a ampliar nuestra zona de comodidad. Cuando estamos dispuestos a correr riesgos, cuando aprendemos a caminar en la cuerda floja, cuando estamos dispuestos a levantar la vara que mide nuestro potencial. Un verdadero líder, tiene seguridad en sí mismo para permanecer solo, coraje para tomar decisiones difíciles, audacia para transitar hacia lo nuevo con pasión, y ternura suficiente para escuchar las necesidades de los demás. El hombre no busca ser un líder, se convierte en líder por la calidad de sus acciones y la integridad de sus intentos.

Los líderes son como las águilas, no vuelan en bandadas... Los encuentras cada tanto y volando solos. Recuerda: “¡Somos más que vencedores en Cristo Jesús!"

Tomado de la Revista Impacto Evangelistico